La primera señal o cadena
del yugo, como la estoy llamando en mi blog, es el nacionalismo idolatrista.
Este nombre lo he compuesto para precisar una tendencia nacionalista en la cual
además hay una idolatría exagerada a sus próceres, comandantes o presidentes.
Está claro que esto no es solo un fenómeno en Venezuela, pero si es una tendencia
que ha ido creciendo en esta República Bolivariana. El nacionalismo es un
sentimiento exagerado de orgullo, egoísmo y arrogancia colectiva que en la
historia del mundo ha llevado múltiples naciones a guerras y lamentables
magnicidios. Como alemán, tengo bien presente el aprendizaje de una sociedad
que hoy día sigue pagando por los crímenes cometidos como consecuencia de un
nacionalismo segador y radical. Por el otro lado, la idolatría en su máxima
expresión del fanatismo, es un sentimiento de subordinación total y ciega a una
figura a la cual sus seguidores generalmente le atribuyen cualidades
todopoderosas que el mismo líder se termina creyendo. Una sociedad democrática no
necesita estar constantemente viendo la figura de un líder para saber qué hacer.
Lo que necesita es un entorno donde se respete la ley para que cada individuo
tenga la oportunidad de desarrollar su propio pensamiento y ejercer su propio
liderazgo con virtud y honor. Volviendo a mi experiencia juvenil en la Venezuela
Saudita pre-Chavez, durante casi dos décadas, la bonanza económica nos
beneficiaba y permitía el crecimiento de una clase media de profesionales
trabajadores y emprendedores como mis padres. Muchos de nosotros habíamos emigrado
de otra parte del mundo y encontramos en Venezuela una nueva patria que nos
adopto amigablemente. Se sabe que una clase media solida es la base del crecimiento
de una economía sana - buenos ejemplos en Sur América son Brasil y Chile.
Vivíamos en una linda casa, yo iba a un colegio privado y podíamos viajar al
extranjero de vacaciones. Cada dos años visitábamos a mi abuelita en Alemania.
Íbamos con las maletas vacías y regresábamos completamente equipados. Se
acuerdan de “Miami esta barato dame dos”, pues ese auge se generó gracias a la explotación
petrolera iniciada bajo la tutela de las compañías internacionales en los años
50. Toda una economía se desarrolló en el sector privado alrededor de la
riqueza petrolera. Después de que estas corporaciones invirtieran tiempo y esfuerzo
en desarrollar la industria en el país, Carlos Andres Perez “el hombre que sí
camina”, en un acto de pirataje internacional, nacionaliza el petróleo durante
su primer mandato en los años 70. La reputación de Venezuela empieza a perder
puntos en el ámbito internacional. El segundo zarpazo al extranjero en pro
de fomentar lo nacional, lo da el gobierno de Herrera Campins, un llanero de
bigote agresivo también, quien siempre tenía un dicho de sabiduría popular para
cada situación. Llegó a tal nivel su nacionalismo, que en los 80 cerró las
importaciones durante varios años. Muchos productos, inclusive el whisky
escocés (bebida de máximo valor espiritual para el venezolano), no se
conseguían. Imagínense que muchos bebedores aprendieron a apreciar el ron
nacional, tomado primordial e irónicamente en forma de Cuba Libre. En mi
caso particular el impacto de esta nacionalización no fue tan grave en el aspecto
etílico, ya que tomar cuba libre nunca me significó un sacrificio, pero sí en mis
posibilidades de estudios. Después de una reforma del sistema educativo, los títulos
de los colegios extranjeros ya no eran aceptados en las universidades venezolanas
y consiguientemente me fui a estudiar a Europa donde mi bachillerato alemán del
Colegio Humboldt sí valía. Así lo hicieron la gran mayoría de compañeros de
clase y estudiantes de otros colegios extranjeros que no querían perder el
tiempo en revalidas de un contenido repetido. Y no solo los jóvenes como yo
empezaron a dejar el país, también familias enteras y empresas extranjeras que en
un principio habían apostado por un país próspero y reconocían que las
condiciones iban en franco deterioro. Para una economía esto significa una
lamentable perdida de capital humano y para nosotros, las familias afectadas,
un desgarre emocional, ya que sacrificamos la cercanía a nuestros seres
queridos en pro del desarrollo profesional y bienestar de nuestras siguientes
generaciones. Creo que las naciones abiertas deben aprender las unas de las
otras y ayudarse mutuamente sin tanto orgullo nacionalista. Una apertura internacional
promueve la sana competencia y todos los integrantes de la comunidad mundial se
ven incentivados a generar productos y servicios del mayor valor añadido
posible en cada uno de sus países.
La segunda cadena del
desastre es la incapacidad administrativa o ineptitud burocrática materializada
en la devaluación de la moneda y en la dependencia del ingreso petrolero como única
fuente de divisas. Durante mis últimos años en Venezuela, al final del gobierno
de Luis Herrera, la divisa se devaluó yendo de 4,30 Bolívares por Dólar a
15. Todo esto sucedió por sobreendeudamiento y mal manejo de las finanzas
nacionales. El padre de mi amigo y compañero de clases era un profesional
del mundo de los seguros y fue uno de los pocos que con criterio certero reconoció
a tiempo la situación. Fue el quien me conto que cuando llego a Venezuela en
los 50, con un fuerte de plata de 5 Bolívares se podía comprar una camisa de
vestir importada de primera calidad. En menos de veinte años este Fuerte paso a
valer 100 veces menos.
Creo que la capacidad profesional
evaluando siniestros le permitió ver al padre de Peter fríamente que la
devaluación era inevitable. Sin demora tomó una decisión, vendió su casa, sacó todo su capital del país
y se mudó a Hamburgo con su familia. Hay pocas “ranas” que como el saltaron fuera
de la olla de agua fría, la gran mayoría seguían en el país disfrutando de la
buena vida en un caldo de cultivo que poco a poco subía su temperatura. Tuve
suerte que mi título de bachiller alemán no servía en Venezuela y que Angelica,
mi novia en aquel entonces y actualmente mi querida esposa, me motivó de cierta
manera para salir a estudiar al extranjero. Gracias a las ayudas del gobierno alemán
y de la comunidad Económica Europea a través de créditos y becas estudiantiles,
pude financiar mis estudios en el extranjero y no dependía únicamente de los
pagos que mis padres me pudieran dar en moneda devaluada. Hoy día la malversación
de fondos y recursos del país no solo continúan, sino ha llegado a niveles
máximos de desfachatez. Las regalías de petróleo a Cuba, Uruguay, el pago de la
deuda externa a Argentina, las concesiones especiales a los Chinos para
explotar el petróleo venezolano y vender sus productos a cambio de créditos que
financian los déficits del presupuesto público, son un robo oficialista al
ciudadano venezolano y a los recursos naturales del país. Además, el gobierno
se adjudica el derecho de controlar el precio y la disponibilidad de las
divisas generadas con el petróleo. La tentación es grande y muchas mafias
dentro y fuera del mismo oficialismo reciben dólares baratos y los venden a cuatro
o cinco veces su valor en el mercado negro. Sin ética es muy fácil ganar
dinero, pero así no se genera valor y por lo tanto no se construye un país.
La tercera cadena es la
del irrespeto a la propiedad privada, que con la expropiación, encuentra
su máxima expresión. Mucho antes de que se hablara de Chavez, llegaron unos
ingenieros de otro gobierno venezolano y empezaron a clavar estacas blancas en
nuestra finca porque por allí iba a pasar la autopista a Higuerote. Recuerdo
que esto fue un gran “shock” para mis padres y me dio un sentimiento de
impotencia el pensar que para hacer una ridícula vía de asfalto el poder público
se tomaba el derecho de destruir y enajenar un paraíso terrenal pisoteando los
derechos individuales y de la propiedad privada. Gracias a la real y eterna
ineficiencia y corrupción que sin excepción han caracterizado a todos los
gobiernos de Venezuela, ese proyecto se fue posponiendo una y otra vez después que
los multimillonarios presupuestos asignados en cada mandato se derritieran o malversaran,
logrando los “responsables” solo construir pocos kilómetros de vías. Aquí quiero expresar gran
mérito al fallecido Comandante Chavez, quien después de 30 años finalmente logró terminar
la autopista Caracas – Higuerote, mal terminada pero circulable. El daño
colateral es que nuestra linda finca fue expropiada.
Gracias a la buena gestión
de mi padre, al menos fuimos compensados con un pago justo por el valor del
mercado. No obstante, fue una gran pérdida para nuestra familia, ya que había
sido un lugar de esparcimiento y disfrute durante muchos años y mis padres habían
dedicado mucho amor y recursos, por ejemplo construyendo casa, caballerizas,
gallinero y plantando más de 1500 árboles frutales de diferentes tipos. Otros no
tuvieron la misma suerte y sus terrenos, casas y empresas fueron expropiadas de
forma arbitraria y sin recibir compensación. Recientemente conocí a una pareja
de jubilados a quienes les expropiaron dos haciendas de cacao y no recibieron
ni un céntimo por ellas – pude ver en sus caras el sentimiento de frustración e
impotencia. En mi opinión la expropiación es la máxima forma del robo
institucionalizado. De esta experiencia entendí y afirmé mi convicción que el
hombre es territorial, la propiedad privada es sagrada y el derecho sobre la
misma debe estar afianzado en la constitución.
La cuarta cadena del yugo
que está hundiendo a Venezuela es la del deterioro moral, ético y físico con la
corrupción, el atraco violento y el homicidio
impune como máxima expresión de su avance cancerígeno. En Venezuela siempre ha
sido rey el oportunista, el vivo y el enchufado. La ley existe como reto a ser
ignorada, torcida o rota. Los semáforos son recomendaciones y los policías
recolectores de sobornos y hoy inclusive muchos parte del crimen organizado. De
cierta manera esto puede parecer folclórico y mucha gente vive en una constante
parranda, pero en realidad es una triste realidad cuando esta inmoralidad te
impacta frontalmente. El que trabaja durante años y cosecha su fruto con
disciplina, orgullo, honor y siguiendo las reglas de juego, es ultrajado por el
tramposo ladrón que sin principios morales le arrebata el producto de su labor,
su integridad y demasiadas veces su salud y hasta la misma vida. Los
antisociales barrio adentro matan sin compasión por un par de zapatos y los
delincuentes de cuello blanco estafan sin vergüenza desde sus jets privados. El
estado y sus instituciones fallan catastróficamente en prevenir abusos y
arrebatos y ni siquiera son capaces de sacar del juego y castigar a la minoría criminal
que mantiene en jaque a los demás. Todos mis conocidos venezolanos, o algún
miembro de sus familias, han sido víctima de un atraco a mano armada o de
alguna situación violenta donde peligró su vida. A mi cuñado Gabriel lo
asesinaron hace dos años, dejando huérfanos paternos a mis 2 sobrinitos. Hasta el
día de hoy, no han sido detenidos los responsables. Siento gran tristeza en mi
alma que mis sobrinos tengan que crecer sin su padre. Así como ellos, en
Venezuela hay miles de niñas y niños más, sufriendo la ausencia de un padre, un
hermano u otro familiar arrebatado de sus vidas por la violencia impune y estúpida. Garantizar la seguridad personal de todos sus ciudadanos es una de las
principales tareas y responsabilidades del estado. Al no cumplir con esta tarea,
automáticamente el gobierno y sus poderes avalan y perpetúan la existencia del
crimen. Esto sucede a todos los niveles, desde la delincuencia común, pasando
por el narcotráfico, el secuestro y hasta llegar al tráfico de influencias de
los sindicatos corruptos y miembros del gobierno a más alto nivel. Desde los años
80 yo mismo y mi familia hemos sido víctimas del hampa común que han robado,
asaltado y secuestrado. Obviamente los malhechores nunca fueron aprendidos. Por
el otro lado, también la Policía Metropolitana me ha arrestado por tener mi
documento vencido y fui testigo de cómo la misma abusaba de los detenidos dándoles
planazos (golpes con el lado plano de un machete) y luego llevándoselos en la misma
jaula (pick up con celda) en la que iba yo. En otra ocasión la
Guardia Nacional, que es una rama del ejército, me detuvo con un grupo de
amigos que paseábamos de noche en la zona peatonal de Caracas para revisar si teníamos
drogas. Nos revisaron haciéndonos quitar la ropa y si no nos sacábamos los
zapatos rápidamente, nos pegaban en los dedos con sus cascos de acero – el
sargento además contaba: “uno, dos, tres, ocho, nueve, diez”. Aunque todo esto pasó
hace ya mucho tiempo, las imágenes quedaron. A través de estas experiencias me
di cuenta que el fundamento moral del país estaba podrido ya en aquella época
antes de Chavez. En realidad hay que tener compasión, porque muchos de estos criminales
perturbados crecieron como huérfanos vacunados por la violencia a temprana edad
y actúan por frustración e impotencia, pero otros simplemente son individuos de
conducta antiética que no ven limitante a su actuar malicioso. Muy preocupante
es la tendencia actual donde hordas de malandros se organizan y cual enjambres
de abejas africanizadas vuelan por las calles en sus motos chinas de zumbido
penetrante. Son grupos anónimos, armados y motorizados que por su afiliación
política tienen el apoyo del ejecutivo y carta blanca en materia de
intimidación, asalto, amedrentamiento...y quien sabe que otras barbaridades. Por
todo lo descrito en mi blog y especialmente por el peso de esta última cadena
del yugo, declaro que hoy día en Venezuela hay un estado de crimen
institucionalizado. La causa no es solamente el Chavismo, la causa de esto
tienen su raíz en la historia por la acumulación de un sentimiento de
frustración e inequidad de una masa de gente pobre que ha sido sistemáticamente
oprimida y castrada en sus posibilidades durante siglos. Lo que estamos
viendo ahora es el cambio de guardia en la sociedad. Aunque la fuente de esta
energía criminal no se puede erradicar de un día para otro, es vital empezar a implementar
el orden y proteger especialmente a los niños y a los jóvenes para que crezcan
en un ambiente seguro. Aquí aplica la teoría de la ventana rota, que si no se
arregla, va a generar que se sigan rompiendo más cosas a su alrededor. El
deterioro empieza a ganar fuerza cual bola de nieve. Después de la primera
ventana, aparece rota la segunda, luego el portón, las paredes se empiezan a
llenar de grafitis y el óxido carcome los metales. Si no se toma acción correctiva
en el presente, la degeneración continua.
Independientemente de los
gobiernos hayan sido adecos, copeyanos o chavistas, en Venezuela estas cuatro
cadenas han estado presentes perpetuando el yugo del subdesarrollo. Ningún gobierno
antes de Chavez y tampoco el actual ha podido bajarlas - así como canta el
himno nacional. El nacionalismo idolatrista exagerado, la ineptitud burocrática,
el irrespeto a la propiedad privada y el deterioro moral y ético son los
verdaderos enemigos a vencer. Esta no es una lucha de clases, ni de ideologías,
ni de nacionalidades, es la lucha de cada uno de nosotros con nuestra propia
conciencia y la de todos unidos para combatir la mediocridad. Un buen ciudadano
es un ejemplo de buena conducta para su familia y entorno, respeta las reglas
de juego, expresa su opinión libremente y hace valer su punto de vista a través
del dialogo y el debate constructivo. El camino de Venezuela es inventar una
nueva posibilidad de país que incluya a todos sus ciudadanos sacando lo mejor
de cada uno sobre la base de integridad y una democracia social moderada. Ruego al Supremo Autor en
el Empíreo que nos llene de fe, alegría, luz, compasión y verdadero amor incondicional
a todos los venezolanos y extranjeros de nuestra patria querida para que
logremos crear una Venezuela unida, de paz, de abundancia y de felicidad para
todos.
Ni se le ocurra regresar amigo mio, ni de vacaciones, esto se pone peor y peor, estar casado con una Venezolana, mantiene su español impecable, Saludos
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